La Era del Fracaso

Si hiciéramos un resumen valorativo de la historia humana, desde el comienzo de la civilización, pasaríamos una gran vergüenza. Salvo en lo científico y tecnológico, hay demasiados fracasos y todos totales. Nada que rescatar.

La Democracia ha fracasado. En su momento fue importante. El auténtico gobierno del pueblo. El hombre y su codicia la han envilecido. Ahora es una forma de opresión.

El Cristianismo ha fracasado. En su momento fue importante, podíamos amarnos los unos a los otros y los camellos no pasaban por el ojo de una aguja. El hombre y su codicia lo han envilecido. Ahora es una forma de opresión. Las agujas son sorprendentemente grandes. (Marcos,10,17-27 – Antes pasará un camello por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de Dios).

Dios ha fracasado. Sentado a la mesa del poder se ha vuelto un mercenario. Pero, la creación del hombre ha quedado demostrada. Realmente somos… a su imagen y semejanza. Génesis (1:26).

El Capitalismo ha fracasado, la riqueza generada por el trabajo humano beneficia a una minoría, usurpadora del poder. No se ha envilecido. Siempre fue una forma de opresión.

No somos comunistas ni predicamos una inútil igualdad. Los hombres no son iguales. ¡Qué sigan los ricos y que sigan los pobres! Pero hay ricos demasiado ricos y pobres demasiado pobres. Los excesos no son buenos. Atentan contra la libertad. Son los que irritan y provocan las revueltas. En la Naturaleza nadie llega a ese extremo, es reemplazado antes.

El Comunismo ha fracasado, en su momento fue revolucionario, anunciaba la llegada del bienestar social. Tampoco se ha envilecido. Siempre fue una forma de opresión.

Los Parches Civilizadores, las ideas redentoras que se aplicaron siglo tras siglo, han fracasado una tras otra. La codicia humana transforma todo en otra cosa. Quienes combatían con fervor el vicioso estado de las cosas terminaron envilecidos y unidos a los vicios que combatían. Los rebeldes oprimidos pasan a ser opresores.

Salvo el sentimiento religioso, el instinto de la conducta, perteneciente a la Naturaleza y el capitalismo, la misma forma de gobierno de la Naturaleza, el resto son diseños humanos. A través de la historia fueron puestos, sin ton ni son, unos sobre otros, a modo de parches remendones… Todos han fracasado.

Parece que la libertad del hombre no le agrada a nadie, incluso a quienes la pregonan. Claro, el predicador de la libertad y los derechos humanos…, en realidad quiere someter.

La siniestra organización del poder humano es tan poderosa como inamovible. Cualquiera sea la forma de gobierno, sigue incólume a través de los siglos… y de los parches.

Como animales que somos de la Naturaleza, podemos definir el siguiente esquema como una selecta flor y nata de machos dominantes. Una élite —aristocrática o democrática—, que ostenta más poder y riquezas de lo que puede disfrutar. Una población sumisa y obediente que se conforma con los mendrugos restantes de la riqueza… y una gran cantidad de pobres que vive de la riqueza negativa, llamada comúnmente caridad.

La Matrix del Poder

El factor común de los fracasos es la presencia humana en las instituciones. Una especie cuyos miembros entran en conflicto a la vista del dinero y el poder. No se los puede dejar juntos. No hay leyes capaces de controlarlos. Tampoco podemos diseñar más parches.

Hay que retroceder y buscar un punto de restauración del sistema humano. Comenzar del cero o desde el momento en que preferimos seguir siendo animales de la Naturaleza.

Frente a la cruda realidad, el salvajismo prevalece sobre todas las leyes. La fuerza define. Se compite por el poder, el alimento y la reproducción, tal cual sucede en la Naturaleza. No somos diferentes. Hacemos lo mismo. Nuestra civilización trascurre en un escenario.

Los animales salvajes son irracionales, pero no tontos. Comprenden la realidad de la Naturaleza y la aceptan sin remilgos. Los humanos, si bien sabemos de esa misma realidad, tejemos a su alrededor un entramado de fantasías, mitos, creencias, leyes, edificios, fusiles y aviones. Lo llamamos civilización. Decimos que somos inteligentes y estamos en primer lugar en la escala biológica, pero nadie lo ha confirmado. Solamente lo decimos nosotros.

El Teatro de la Civilización

La civilización es, fundamentalmente, lo que aprendemos en la escuela. Una democracia que no existe, una justicia que no es tal, una honradez que solo se ve en el cine, un sistema económico que parece equitativo y no lo es, un Dios creador de todas las cosas que no existe en ninguna parte del Cosmos infinito, ni éste ni otro… Es el Dios de nada, ni siquiera lo es de sí mismo. Sin el hombre, sencillamente desparece.

La realidad de la Naturaleza continúa tal cual detrás de este entramado de fantasías. Todos lo ven, pero pocos lo aceptan. El hombre se inclina por lo fatuo, las palabras demagógicas y las soluciones mágicas…, prefiere tropezar otra vez con la misma piedra. Claro, pintada de otro color o disfrazada de hada milagrosa. Vive en una mansión de sueños, un gran escenario teatral…, un gigantesco y fantasioso teatro donde se desarrolla la historia: La Matrix o el Teatro de la Vida. No está en la Naturaleza. Es una creación humana. Específicamente de los grupos que gobiernan a la raza humana.

El hombre vulgar es inocente. Ha sido engañado y embrutecido durante siglos, desde Salomón hasta Hitler. Políticos y religiosos queman libros en las plazas públicas. La inteligencia humana es natural. La ignorancia no es natural, es adquirida…, un bien cultural. Los medios de comunicación lo han educado para que, en el trascurso de su vida realice solamente dos acciones: consumir y asentir. La democracia le dio importancia y agregó una más: votar.

"Somos actores de nosotros mismos. Representamos la vida de la especie humana e incluimos, sin saberlo, nuestra propia vida individual."

Nunca es tarde para verla, pero si para reaccionar. Nuestra vida ha sido utilizada y ya hemos pasado el límite. Solo un humano por vez. Hemos dejamos nuestra sangre para regodeo de La Matrix: bancos, tabacaleras, políticos, religiosos y medios de comunicación. Nada es como nos han enseñado. Nuestra vida ha trascurrido representando una obra ajena.

Si Dios, con sólo fijarse en algún mono que pasaba por allí, creó al hombre a la bartola, sin ton ni son… ¿Qué podemos esperar nosotros?