La Venganza Mexicana
Durante varios siglos los mexicanos han rumiado su venganza. Por más que en la historia lo disimularon bastante, nunca perdonaron a Hernán Cortés… ¿Cómo pudo haber caído México de una manera tan infantil? Cosas de la historia, según dicen. En realidad no se lo perdonaban a sí mismos, pero eso se sabe ahora, que la psicología —ciencia nueva y fresca— ha dejado el punto aclarado. Los rencorosos mexicanos modernos recuerdan, a quien quiera escucharlos, que no invitaron a los españoles a entrar en su territorio, como hicieron ellos con los moros.
México. Un colosal imperio conquistado por un puñado de españoles. En una mano empuñaban la espada para gloria y honor de la Corona. En la otra la cruz, para gloria y honor de Dios, nunca ausente en estas lides. Las culturas se fusionan, unos adquieren el cristianismo y otros se llevan el oro.
La Xkeban
Por fin, en pleno siglo XX, consideraron que el momento de la reconquista había llegado. Comienza a gestarse la venganza. Los descendientes de la tierra azteca, agrupados en diferentes cofradías por todo el país, se unificaron en una sola sociedad. Una Logia, secreta y privada, a la que llamaron La Xkeban.
"Xkeban… La mala mujer. Nombre elegido por ser difícil. Su pronunciación eludía los archivos de registros vocales. Por otra parte en cada hecho histórico debe haber algún componente femenino."
La misión de la Xkeban era devolver atenciones. Invadir España, conquistarla y convertirla en un estado mexicano allende el océano. Transformarla en una colonia.
Se proponían muchas cosas, algunas inverosímiles y otras irrealizables. Traer de vuelta todo el oro. Reimplantar el calendario azteca y el culto a Quetzalcóatl. Obligarlos a comer nachos con guacamole. Escuchar a los mariachis cantando flamenco. Cambiarle el nombre a Madrid por Tenochtitlan. Y otras…
Los Planes
Se analizaron y propusieron muchos proyectos. Acciones militares por aire, mar y tierra. Poner un artefacto nuclear en El Escorial. Un envenenamiento masivo del aceite de oliva. Colocar un satélite en órbita estacionaria con un gigantesco toldo desplegable para ocultar el sol y provocar la ausencia del turismo. Y más…
La invasión militar se desechó dada la atenta vigilancia de los norteamericanos, protagonistas de todas las invasiones. Un artefacto nuclear en El Escorial destruiría el edificio que los mexicanos deseaban ocupar. Por otra parte tampoco tenían artefactos nucleares. Envenenar el aceite de oliva no era posible pues ellos mismos lo consumían con satisfacción.
La fe ciega de los españoles en sus mitos e instituciones les dio el punto de arranque.
El Plan ESPANO
Un grupo pequeño y selecto de miembros de la Xkeban, formado por empresarios con intereses económicos en España, desarrolló un plan verdaderamente diabólico. Lo mantuvieron en absoluto secreto. Cuando luego de varios ajustes, estuvo suficientemente maduro, decidieron presentarlo a los otros miembros de la Sociedad Patriótica Xkeban.
Anunciaron que tenían un método inverosímil, extraño, alocado, pero factible. Tal cual sucedió en la epopeya de Hernán Cortés. Una locura que dio resultado.
"Pensaron que si Aníbal había ido contra Roma sobre el lomo de muchos elefantes… San Martín fue a través de Los Andes, ellos podrían muy bien cruzar el Atlántico para caer sobre España, a bordo de otra clase de elefantes."
El Archivo del Gobierno
Para poder concretar el ruin operativo, era imprescindible contar con la aprobación del gobierno. Muchos miembros de la Xkeban eran funcionarios de primer nivel, de modo que los decretos necesarios de aquiescencia del plan fueron redactados, firmados y mezclados con otros proyectos. Así pasaron desapercibidos y fueron directamente al archivo luego de su aprobación.
Los mexicanos no se preocupaban mucho de ordenar el archivo del gobierno. Nadie sabía bien qué es lo que había adentro. Desde que hace unos años se encontró, oculto por un montón de expedientes oficiales, el cadáver fosilizado del último encargado llevando en su mano un decreto del año 1713, nadie más quiso entrar.
La Invasión
El comando ESPANO desembarcó en el Aeropuerto de El Prat, en Barcelona, un día cualquiera, a una hora cualquiera y se trepó a un taxi cualquiera. Nadie observó ni el más mínimo detalle sospechoso en ese grupo de mexicanos elegantes, con todo el aspecto de ejecutivos de alguna multinacional europea.
Finalmente llegaron a un acuerdo. Se firmaron muchos papeles. Una orden recibida en el Banxico permitió vaciar sus arcas con destino a una lista de cuentas secretas ubicadas en varios países, de esos donde hay cuentas secretas. El equipo ESPANO envió varios mails a la comisión directiva de la Xkeban anunciando la buena nueva. La invasión concluyó con éxito.
El grupo liberador mexicano había comprado, en un alarde de audacia, la cadena de tiendas españolas El Corte Inglés en una cifra astronómica imposible de rechazar.
El Día D
Al día siguiente los españoles se encontraron con una verdadera tragedia. Todas las tiendas de El Corte Inglés estaban cerradas.
Un cartel anunciaba el cierre definitivo de esta tradicional tienda española. La tradicional tienda de todos cerraba sus puertas luego de varios años, casi siglos, de presencia en el territorio español hasta llegar a ser una institución relevante en la vida de sus habitantes. Se decía que era sucesora de la Casa de Contratación de Sevilla.
"Comprendieron demasiado tarde que ellos podían privarse del fútbol, de los políticos, de las corridas de toros, de las verbenas, de la tortilla a la española, del chorizo y del jamón serrano, pero jamás, jamás de los jamases, podrían llegar a suponer que les faltara el Corte Inglés."
La Crisis
La tasa de suicidios aumentó de una manera alarmante. La gente se agolpaba a las puertas de las tiendas cerradas y se daba golpes sollozando su desgracia. En cada sucursal se vio crecer un nuevo Muro de los Lamentos. Hubo varios inmolados, que se abrieron el estómago vacío, al no poder comprar en el Corte Inglés.
Las escuelas cerradas, los restaurantes vacíos, las familias desoladas. En las desiertas ciudades, los sobrevivientes deambulaban por sus calles, sin rumbo, con los ojos desmesuradamente abiertos sin mirar a ningún lado. Las brújulas no funcionaban. El Norte había desaparecido.
El público no estaba enojado. Podía haber destruido los portones y saquear las tiendas, que nadie se lo iba a impedir. Pero no lo hicieron, ni siquiera lo pensaron. Esta era una crisis de identidad. Era como Moisés. Los orientaba, los conducía por la buena senda y proveía a todas sus necesidades. De nada servía el saqueo. Se añoraba al Padre. Se pedía el regreso del Padre.
Pero el Padre estaba en Cancún, bajo el sol del caribe.
La Capitulación
Cuando la crisis parecía haber alcanzado el punto máximo, con varios centenares de suicidios al día, el gobierno español por fin, pudo contactar con los actuales propietarios de la empresa. Estaban esperando impacientes al lado del teléfono.
Las condiciones que impusieron para reabrir las tiendas fueron realmente denigrantes. El gobierno español, acorralado por su propia crisis, sin rumbo, sin norte, ni sur, ni arriba ni abajo, no tuvo otra variante que aceptarlas. De sus tierras nació quien iba a destruirla. Había creado a su propio enemigo. Estaba vencida, invadida y conquistada.
Se le dio opción al gobierno español de recuperar su tienda favorita si convencían a los norteamericanos, que devolvieran el estado de Texas, o bien pagaran por la tienda el triple de lo pagado por los mexicanos.
Pero España no quería saber nada con Estados Unidos y tampoco estaba dispuesta a soltar un solo duro.
Espáxico
Así fue como, uniendo sus nombres en un apócope patriótico, pasó a llamarse Espáxico y convertirse en un Protectorado Mexicano. Muchos se acostumbraron al otro nombre propuesto de Mexipaña.
Los españoles utilizaron ambos nombres. Los mapas fueron corregidos. Se dio aviso a las comunidades internacionales.
El Corte Inglés fue reabierto y en todas sus sucursales se entregaba al público gratuitamente un platillo de nachos con guacamole.
Lo Cortés no quita lo valiente, como había dicho Hernán.