El mártir de Roma

Una historia sobre la vida, la muerte y el derecho a decidir

La ambulancia llegó a tiempo, pero el operativo no funcionó como se esperaba. Solo se ganó algo menos de una hora. Los medios de prensa, desconfiados, habían alquilado un helicóptero para seguir el trayecto de la ambulancia, a despecho de las intenciones gubernamentales de ocultar el asunto. En el aeropuerto de Madrid-Barajas hubo que desviar el avión a una pista accesoria para eludir la nube de periodistas y camarógrafos que pululaban por todos lados. Isabella, la paciente más famosa del mundo fue bajada del avión y embarcada, junto a su madre, en la ambulancia con escolta policial.

El Hospital Ramón y Cajal

El Hospital Universitario Ramón y Cajal es un Centro de Titularidad Pública, dependiente de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Cultiva las tres vertientes de un hospital de su categoría: la asistencial, la docente y la investigadora. Actualmente es uno de los más importantes de España y reconocido en el resto del mundo.

Isabella, su madre Elena, el equipo médico que la acompañaba y los dispositivos para mantenerla con vida, fueron alojados en una de las habitaciones del Pabellón R8. Un sector seguro y exclusivo, construido ex profeso para casos ilustres o de gran trascendencia.

El Incidente

Isabella, si se quiere, era una asesina. Había matado, en su propia casa, a quien intentara violarla y no lo consiguió por haber caído desangrado y morir en el intento. Apenas segundos de diferencia.

Utilizó un simple bisturí quirúrgico, descartable, de un filo impresionante. En su casa abundaban este tipo de utensilios. Su padre, recientemente fallecido, era un cirujano de prestigio. Ella, antes de caer sobre el escalón del dormitorio y golpearse en la nuca, alcanzó a cortar, bisturí en mano, la arteria carótida de su atacante. Un golpe sin mirar…, a la desesperada.

"Ella no tuvo tanta suerte. El golpe en la nuca le provocó un serio traumatismo craneoencefálico abierto, con fractura de hueso, hemorragia y pérdida de masa encefálica."

Hospitalizada de inmediato nada se pudo hacer para recuperar su motilidad. El daño era irreversible. Había perdido el habla, el lenguaje, la sensibilidad, la audición, sufría de convulsiones y parálisis periódicas. No podía respirar ni alimentarse. Permanecía en estado de coma permanente conectada a mecanismos médicos de última generación, que la mantenían con vida. Conservaba una belleza que no podía admirar ni ser admirada.

Elena, la Madre

Elena, la madre viuda, abandonó su actividad profesional de psicóloga y se dedicó por entero a su hija. Con las rentas de su piso en Alicante y el consultorio de su difunto esposo obtenía para los gastos de ambas. Se trasladó a vivir al hospital General Universitario de Alicante.

La paciente fue procesada por homicidio. Había matado a un hombre. El juez —egresado de escuelas católicas— y presionado por la Vicaría de Alicante, dictó la prisión preventiva que debía cumplirse en el establecimiento sanitario adecuado a su estado.

La Comunicación

La íntima relación establecida entre ambas desde el útero comenzó a reverdecer lentamente. Elena pronunciaba frases cortas, banales, como si hablara sola mientras observaba los ojos de Isabella. Estos no tenían un lenguaje muy extenso. Alegría o tristeza, asentimiento o negación, entusiasmo o abandono.

Así, a los dos años de su ingreso, la madre supo que Isabella quería morir. A ella, enfrentada a su propia conciencia, le pareció lo más oportuno. No vivía por sí misma, sino que lo hacía mediante el complejo dispositivo médico que le suministraba los elementos esenciales.

La Batalla Legal

Elena, por las suyas, sin asesoramiento legal, se apersonó en el Juzgado de turno de Primera Instancia en lo Familiar de Alicante y presentó un escrito solicitando autorización para desconectar a Isabella. A los seis meses, luego de otra reclamación, resultó que el expediente se había extraviado.

La abogada Patricia Puente Gancedo, montaraz e indómita, viuda también, cuya hija sufrió algunos trastornos a raíz de la agresión sexual de un pariente, dejó de lado toda recomendación oficial y tomó el caso. Pactaron guardar silencio para que la presión mediática no influya en los jueces.

Pero el asunto volvió a la primera plana con mayor fuerza que antes. La noticia cruzó las fronteras españolas y se expandió a los diarios de todo el mundo. De Buenos Aires a Estambul, de Alaska a Mozambique, de Pekín a Los Ángeles, de Nueva Delhi a Moscú.

El Vaticano Interviene

La Santa Sede, dio a conocer una declaración citando la encíclica Evangelium vitae del Papa Juan Pablo II, en la que afirma que… la eutanasia es una violación de la ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de la persona humana. La vida es propiedad de Dios y ningún humano está calificado para interrumpirla por más razones humanitarias que se esgriman. Finalmente concluía, que de ahora en adelante, el Papa rezaría todos los días por la mejoría de Isabella.

El Milagro

Una noche estaban tan enfrascadas en el juego que no advirtieron el cambio de guardia y la llegada del enfermero nocturno. Ni bien entró vio a Isabella con el brazo levantado. No podía ignorarlo. Por la mañana lo sabía todo el Hospital y antes del mediodía la prensa que montaba guardia. Salió en la primera plana.

"Isabella movió el brazo… El Papa rezó por ella… Gracias al Papa… Dios escuchó los ruegos… Un milagro…"

El Vaticano movió ficha. Eran las oraciones del Papa. Dios había respondido. Los asesores de prensa aconsejaron a Su Santidad viajar a Madrid y estar presente en la mejoría. Podía hablarse de milagro en breve tiempo. El Papa aceptó.

La Visita Papal

Elena, al ver semejante revuelo y decidida a todo para que no la echaran en medio del tumulto que se avecinaba, pidió a unos de los antiguos guardias que le prestaran las esposas por unas horas y se esposó a la cama de su hija, en el lado derecho, junto a la cabeza de Isabella.

Su Santidad, Alejandro X, ingresó al cuarto de la célebre paciente acompañado por tres sacristanes. Se detuvo frente a la cama y haciendo la señal de la cruz murmuró unas palabras bendiciendo a Isabella. El Papa, apoyado en los otros dos, se acercó dejándose caer en el reclinatorio acolchado. Pudo ponerse de rodillas junto a la cama.

La mano de Isabella descansaba junto al rostro del Santo Padre. Las cámaras no perdían detalle de sus movimientos. El Papa hundió el rostro entre sus manos y comenzó a orar.

Se hizo un profundo silencio en la sala para respetar la oración papal. Las cámaras grabaron el momento exacto del milagro. El Papa rezaba. La mano de Isabella, apenas entreabierta, se elevaba para acariciar su mejilla. El cuerpo arrodillado del Padre Santo, con el rostro hundido entre las sábanas, se estremeció en varios espasmos.

El Desenlace

Elena, esposada a la cabecera de la cama, fue la primera que vio la mancha roja que se expandía por la sábana. No dijo nada. Las cámaras que se habían ubicado del lado opuesto, en la mejor posición, tardarían unos segundos en verla.

Cuando la imagen de la gran mancha de sangre que rodeaba la cabeza del Papa, apareció en las pantallas, el bisturí ya había cortado fácilmente la vena yugular externa y el Sumo Pontífice estaba completamente desangrado. Ninguna ciencia humana lo volvería a la vida. El olor de la muerte se expandía por el mundo.

"Los guardaespaldas se abalanzaron sobre Su Santidad. Elena abrió las esposas, dio la vuelta y se puso frente a su hija. Ella abrió la mano. Elena vio el bisturí manchado de sangre."

El Juicio

La opinión pública estaba azuzada al máximo. Una asesina por partida doble. Había matado a su violador y al mismo Vicario de Cristo. Fue nuevamente detenida y, esta vez por razones de seguridad, esposada a la cama. Elena permanecía a su lado.

El juicio llegó hasta el Tribunal Supremo de España. Avanzaba rápidamente. Las naciones del mundo civilizado exigían una definición. La sentencia era inminente.

¿Testigos…? Había millones. La acusación solicitó reclusión perpetua por homicidio simple y magnicidio en grado de alevosía. Isabella debía ser trasladada a una prisión con todo el equipo médico y mantenerla viva de por vida, impidiéndole la muerte hasta que muriera.

La abogada defensora hizo una extraña petición que el Alto Tribunal consideró oportuna. Jamás en la historia del derecho la defensa solicitó mayor pena que la acusación.

Isabella fue condenada a muerte.